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Tierra Santa, la piedra lanzada por el Papa Francisco

 

El alcance de un gesto determinante lejano de las estrategias políticas que puede poner en marcha las negociaciones

El Papa Francisco intentará mañana por la tarde en los jardines vaticanos, poner una piedra en las estancadas negociaciones entre israelíes y palestinos. Lo hace invitando a su casa a rezar por la paz a los presidentes de Israel y Palestina, Simón Peres y Abu mazen. Un evento de “respiro alto”, una “pausa” respecto a las dinámicas político-diplomáticas, según lo ha definido el padre Pierbattista Pizzaballa, el Cutodio de Tierra

No será un summit para nuevas negociaciones o una hoja de ruta, sino algo mucho más importante, en la óptica del creyente en Dios. Será una invocación común que Francisco habría deseado que se desarrollase durante su viaje en Tierra Santa. Un encuentro al cual participará, gracias a la invitación del Papa, también el Patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomeo para ser testigo de como la unidad del cristianismo sea una señal de reconciliación que va más allá de las fronteras de las Iglesias y del mundo entero.

Las oraciones de las tres comunidades –judía, cristiana y musulmana– tendrán la misma estructura: una primera lectura de textos que hablan de la creación, regalo de Dios al hombre; un reconocimiento de que todos los hombres son hijos de Dios y la solicitud de perdón, y, finalmente, la invocación a la paz. Al final está previsto que haya dos intervenciones, del Papa y de los dos presidentes, formuladas como invocación de la paz y no como discursos políticos. Cada uno rezará según sus propias creencias: serán israelíes y palestinos

Desde el anuncio dado por sorpresa por Francisco al final de la misa celebrada el domingo 25 de mayo en la Paza del Pesebre de Belén, incluso quienes acogieron de forma favorable la iniciativa papal, se han preguntado si hay algo más detrás de la propuesta. Como si el rezo pudiera ser solamente una pantalla, una escusa formal para sentar en una mesa a israelíes y palestinos, de frente a una nueva propuesta de mediación.

Pero quien ha pensado esto no ha sido capaz de reconocer que para Francisco no hay nada más eficaz que la oración: pedir, mejor dicho, invocar la paz de Dios, significa trabajar para construirla “artesanalmente” con el empeño de cada uno en cada uno de nuestros días. El Papa ha definido tanto a Peres como a Abu Mazen “hombres de paz”. Y sabe que son ambos creyentes. Por este motivo, el rezo en favor de la paz entre israelíes y palestinos, judíos, cristianos y musulmanes, que se hará de forma separada según cada fe pero indistintamente para el bien de los dos pueblos, es una señal fuerte.
El proceso de paz parece hoy inmovilizado: por una parte, por el nuevo gobierno palestino que Abu Mazen ha puesto en marcha con Hamas (organización que no reconoce el derecho a la existencia del Estado de Israel); por otra, la autorización a construir miles de nuevas colonias en Cisjordania, nuevos asentamientos que sse unen a los ya existentes y que hacen siempre más difícil el nacimiento de un Estado palestino.

 

Anunciando el encuentro de mañana, el Papa Francisco había dicho: “Todos deseamos la paz; tantas personas la construyen cada día con pequeños gestos; muchos sufren y soportan con paciencia la fatiga de tantos intentos para construirla. Y todos –especialmente aquellos que están al servicio de sus propios pueblos– tenemos el deber de hacernos instrumentos y constructores de la paz, en primer lugar con la oración. Construir la paz es difícil, pero vivir sin paz es un tormento. Todos los hombres y mujeres de esta Tierra y del mundo entero nos piden que llevemos hasta Dios sus deseos de paz”.
Francisco espera que la gran movilización por la oración que en todo el mundo acompañará la invocación de mañana, haga “a aquellos que están al servicio de su propio pueblo” ser más conscientes y pongan más empeño en responder concretamente a las aspiraciones de quienes a diario viven con “el tormento” de la ausencia de paz.