Jorge Mario Bergoglio recibió en el Vaticano a los movimientos populares de campesinos, cartoneros, precarios… «Si hablo de estos temas, dicen que soy comunista, pero son temas del Evangelio»
iacopo scaramuzzi
Ciudad del vaticano
La indigencia en la que se han visto reducidas muchísimas personas en todo el mundo (campesinos, trabajadores precarios y migrantes, cartoneros y ambulantes) no se afronta con «promesas ilusorias»; es necesario «luchar en contra de las causas estructurales de la pobreza». Papa Francisco dirigió estas palabras a las más de doscientas personas que participaron en el encuentro mundial de los movimientos populares, que se está llevando a cabo en el Vaticano desde ayer y que concluirá mañana. El Papa les concedió una audiencia hoy, durante la que pronunció un largo e importante discurso, completamente en español, en el que denunció la «globalización de la indiferencia» y la «cultura del deshecho» (expresiones acuñadas por él), y en el que prometió que en la encíclica sobre la ecología que está escribiendo aparecerán las preocupaciones de los movimientos populares. En su discurso, el Pontífice reflexionó sobre las tres “t” del título del encuentro “Tierra, techo y trabajo”, con una alusión implícita al pensamiento de Helder Cámara: «Es extraño, pero si hablo de esto, para algunos resulta que el Papa es comunista».
«Gracias por haber aceptado la invitación a discutir los motivos y graves problemas sociales que afligen al mundo de hoy, ustedes que sufren en primera persona la desigualdad y la exclusión», expresó el Pontífice argentino. «El encuentro de los movimientos populares es un signo, es un gran signo: ustedes vinieron aquí a poner ante la presencia de Dios, de la Iglesia, de los pueblos, una realidad que a menudo pasa en silencio. ¡Los pobres no solo sufren la injusticia, sino que luchan contra ella!».
Los pobres «no se acontentan con promesas ilusorias, pretextos o coartadas. No están esperando como holgazanes la ayuda de organizaciones no gubernamentales, planos asistencialistas o soluciones que nunca llegan o que, si llegan, llegan para anestesiar o domesticar». Jesús, dijo el Papa, diría que estas actitudes son «hipócritas». Los pobres, por el contrario, quieren ser «protagonistas, se organzian, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad especial que existe entre los que sufren», una solidaridad que nuestra sociedad olvida a menudo, hasta llegar a considerarla una «mala palabra».
Es necesario, pues, «luchar contra las causas estructurales de la pobreza, de la desigualdad, de la falta de trabajo, tierra y techo, de la negación de los derechos sociales y del trabajo», subrayó Bergoglio, que elogióa estos movimientos: «ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras que me han contado… tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque su grito incomoda, tal vez porque se tiene miedo al cambio que ustedes reclaman, pero sin su presencia, sin ir realmente a las periferias, las buenas propuestas y proyectos que a menudo escuchamos en las conferencias internacionales se quedan en el reino de la idea, es mi proyecto». El Papa citó el compendio de la doctrina social de la Iglesia y también su exhortación apostólica “Evangelii gaudium” para afrontar sistemáticamente los tres temas clave del congreso: tierra, techo, trabajo. « Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista. No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio».
En cuanto a la tierra, el Papa denunció el escándalo de millones de personas que sufren hambre, mientras la «especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre». Después pasó al tema del techo: «Lo dije y lo repito: una casa para cada familia». En el mundo de las injusticias, continuó, «abundan los eufemismos.No se dicen las palabras con la contundencia y la realidad se busca en el eufemismo. Una persona, una persona segregad a, una persona apartada, una persona que está sufriendo la miseria, el hambre, es una persona en situación de calle: palabra elegante ¿no? Ustedes busquen siempre, por ahí me equivoco en alguno, pero en general, detrás de un eufemismo hay un delito». El Pontífice jesuita, heredero de las reducciones sudamericanas, elogió también la «integración urbana» y a quienes trabajan para que cada familia tenga una casa y adecuadas infraestructuras: «cloacas, luz, gas, asfalto, y sigo: escuelas, hospitales o salas de primeros auxilios, club deportivo y todas las cosas que crean vínculos y que unen, acceso ala salud –lo dije– y a la educación y a la seguridad en la tenencia». La falta de trabajo, para concluir, es la mayor de las ponbrezas materiales, porque a quienes les falta el trabajo les falta dignidad y se convierten en víctimas de una «cultura del deshecho». El Papa recordó que hay en el mundo «millones de jóvenes» desempleados y que en Europa enteras generaciones han sido anuladas «para mantener el equilibrio».
Bergoglio prosiguió su discurso indicando el vínculo que existe entre estos tres aspectos y el nexo entre la paz y la ecología. Hoy, insistió, se vive una «tercera guerra mundial pero en cuotas». Un sistema económico concentrado en el dinero explota la naturaleza «para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la desforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos,y los que más sufren son ustedes, los humildes, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o que son tan vulnerables económicamente que frente a un desastre natural lo pierden todo». El Papa garantizó que las preocupaciones de los movimientos populares estarán repersentados en su próxima encíclica sobre la ecología.
El Pontífice concluyó volviendo a denunciar la «globalización de la indiferencia» y subrayando que los movimientos populares «expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal. La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común. Y esto con ánimo constructivo, sin resentimiento, con amor».