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Recorrido a través de la Montaña Palentina, el Alto Ebro a su paso por el valle cántabro de Valderredible, y el histórico burgalés Alfoz de Bricia
Excavados en piedra viva se esconden centros de culto que han sobrevivido durante siglos al paso de la evolución. En apenas un centenar de kilómetros se traza una ruta que discurre por el territorio burgalés de Bricia, el valle cántabro de Valderredible y la Montaña Palentina, mostrando al visitante estos tesoros enterrados
Mimetizados entre el conjunto rocoso, castigados por el rugido del viento y los mordiscos de la lluvia, se conservan perennes los templos rupestres más admirables de la península. Parte de la historia de la reconquista que el paso del tiempo no ha querido dejar atrás, en su interior se cobijaron las plegarias de los cristianos a los que que la Cordillera Cantábrica sirvió de refugio frente al asedio musulmán. No es casualidad, por este motivo, que los eremitorios más bellos y mejor conservados de la Península Ibérica se concentren en esta zona, en una suerte de recorrido que se traza a través del Alfoz de Bricia, el curso del Alto Ebro y la zona oriental de la Montaña Palentina. Una ruta con encanto que apenas se expande un centenar de kilómetros, por lo que descubrir estos púlpitos mineralizados se convierte en un plan perfecto de fin de semana.
1. La Iglesia de San Miguel
Constan en el censo de la localidad burgalesa de Presillas de Bricia seis habitantes, imaginen su extensión. Sin embargo, esta pequeña población cuyos límites geográficos se adentran en tierras cántabras, alberga uno de los templos más espectaculares contenidos en esta pequeña guía: la Iglesia de San Miguel.
Al ojo agudo del visitante no se le escapa el imponente peñón castigado por la erosión en el que, sin embargo, se abre paso uno de los templos rocosos mejor conservados. Se puede apreciar la distribución interna, con tres naves rematadas en ábsides y un pequeño altar -también en piedra- coronando una de ellas.
2. Secretos del Alto Ebro
El páramo castellano cede su estampa llana al valle de Valderredible, que ocupa casi toda la depresión que forma el río Ebro antes de despedirse de los límites cántabros.
Este valle se convierte en un prolífico contenedor de vestigios de la Edad Media, como la colegiata de San Martín de Elines, uno de los restos medievales con mayor valor del patrimonio cántabro. Del mismo modo se conservan varios templos rupestres: Santa María de Valverde, Arroyuelos, San Cipriano y Santa Eulalia, en Campo Ebro.
De las citadas, cabe destacar la Iglesia de Santa María de Valverde, una de las más impresionantes y mejor conservadas. Se sitúa en la localidad que toma su nombre del valle, Valderredible. Actualmente mantiene en vigor el espíritu de su construcción, ya que es sede de culto y celebra oficios en la actualidad. Como ocurre en muchas de estas iglesias, el modo de traspasar su portón tiene el encanto rústico de pueblos pequeños rendidos a mesteres tradicionales, y es que si se quiere acceder a su interior hay que pedir la llave a los moradores de la casa aledaña que, con el cariño del que sabe que tiene un tesoro a la puerta de casa, estarán encantados de acompañarles en la visita y mostrarles los secretos que se esconden tras la piedra.
3. Descanso en Aguilar de Campoo
En este punto, la ruta podría dividirse en dos jornadas, ya que la zona más oriental de la Montaña Palentina ofrece parajes con encanto para dar un respiro al aventurero entre tanta necrópolis. Como parada casi obligada, proponemos la localidad de Aguilar de Campoo, que nos permite hacer un alto sin desviarnos del recorrido y ofrece al visitante un lugar de reposo, donde dormir y rendirse al encanto de este enclave en el corazón de la montaña, con itinerarios monumentales y hermosos parajes.
El primer nombre al que atenerse para retomar la ruta es Villacibio, localidad situada a 11 kilómetros de Aguilar de Campoo, donde nos encontramos con la ermita rupestre de San Pelayo. Excavado en roca arenisca, este santuario pertenecia a las propiedades del Monasterio de Mave, en la vecina población de Santa María de Mave, hoy convertido en hotel y restaurante, por si gusta añadir al paseo un buen llantar.
En Villarén de Valdivia, la Iglesia de San Martín recibe al visitante con cierto aroma a abandono, ya que a su uso litúrguico le relevó el de almacén y amparo de animales con el paso de los años. La Iglesia de San Vicente -en la localidad de Vado, cerca de Cervera de Pisuerga- se encuentra en un estado de mejor conservación, y mecida por el arroyo de la confluencia entre el río Rivera y el Pisuerga. Se encuentra rodeada por una veintena de tumbas excavadas en la roca, un elemento habitual en los santuarios rupestres.
4. Santos Justo y Pastor, en Olleros de Pisuerga
Este eremitorio bien merece una mención aparte, aunque si seguimos la ruta trazada será mejor hacer la visita tras el reposo en Aguilar de Campoo, ya que Olleros de Pisuerga es pedanía de dicho municipio y se encuentra a tan solo un par de kilómetros. La iglesia de los santos Justo y Pastor es un ejemplo de conservación y patrimonio, y junto con la ya mencionada Santa María de Valverde, es conocida como la catedral de los templos rupestres, por lo que su visita dentro de la ruta es obligada.
Accedemos directamente al atrio de la iglesia, a través de una rampa de reciente construcción. Un pórtico rematado en capiteles, un arco de medio punto y un pequeño campanario completan la visión de este espacio que pone guinda a un recorrido bien diferente al que se acostumbra a trazar para conocer templos medievales.
5. Cascadas y cuevas naturales en el Tobazo (Villaescusa. Cantabria)
A la curiosidad por las necrópolis medievales hay que agregar, en este caso, cierto espíritu senderista y aventurero, aunque el espectáculo visual bien merece calzarse las botas. En la parte superior del Cañón del Ebro, en la localidad cántabra de Villaescusa, el incesante paso de las corrientes subterráneas en su desembocadura hacia el Ebro ha trazado una escena digna de admirar: una cascada natural conocida como el Tobazo.
A través de un arco perforado en esta imponente estructura primitiva, podemos acceder a tres cuevas naturales que sirvieron de reposo a anacoretas y ermitaños durante el medievo. Las tres cavidades se conectan mediante pasadizos originarios y conforman uno de los templos escondidos más admirables, no tanto por su estado de conservación, sino por el magnífico enclave.