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Recuerdan visita de San Juan Pablo II en 1989 en Covadonga

La misa concelebrada por una veintena de sacerdotes y diáconos, así como el abad del santuario, Juan José Tuñón, que en 1989 recibió a Juan Pablo II en el aeropuerto cuando era párroco de Santiago del Monte, reunió, sobre el altar inaugurado en 1901 por quien sería luego San Antonio María Claret, a los tres obispos de Asturias, que intervinieron en la consagración: Gabino Díaz Merchán, emérito de la Diócesis, -encargado de recibir y guiar a Juan Pablo II hace 25 años, cuando visitó la región-, el obispo auxiliar Juan Antonio Menéndez y el propio Montes. Si algo resonó ayer entre los muros de la basílica, además de las voces de la Escolanía y la orquesta de cuerda, dirigida por Jorge de la Vega, fue la llamada firme de Sanz a sacudirse la inercia que «puede hacernos «puede hacernos cansinos, pesimistas y desesperanzados».

Planearon las alusiones a la visita de Juan Pablo II al santuario en 1989, que con su revolucionaria teoría sobre las relaciones entre empresarios y trabajadores impactó a integrantes del Gobierno del Principado, presidido entonces por el socialista Pedro de Silva, que reconocían en privado la vigencia de unas palabras, coincidentes con sus teorías sobre la igualdad social. Un cuarto de siglo más tarde, el Arzobispo lamentó el giro de aquellos revolucionarios del 68, deseosos de mejoras sociales. «Lástima que tantos de ellos luego terminaron cambiando la barricada indómita de sus utopías por la moqueta de sus burguesas conquistas», señaló en la homilía, leída, como en otras ocasiones, desde su tableta electrónica.

El titular de la Diócesis, madrileño que declaró ayer su afecto por Asturias, aplicó la teoría y ofreció entre diez y doce casas rectorales de parroquias, en desuso, en el centro del Principado, a familias sin recursos o desahuciadas. Durante la recepción celebrada en el hotel Pelayo, Sanz Montes, que aludió con buen humor a su reciente intervención quirúrgica como «mi cornada de torero que voy peleando», precisó que algunas acogerán a familias pequeñas y otras irán mas allá del núcleo de padres e hijos. Caritas, el brazo social de la Iglesia, gestionará el proyecto que, según Sanz, supone dar un paso más «en favor de los que más sufren la crisis económica y moral, en riesgo de caer en la exclusión social». Gabino Díaz Merchán y Gabino de Lorenzo alabaron la consistencia social de las palabras del Arzobispo. Mientras que el emérito destacó la aportación de inmuebles a los más pobres, el delegado del Gobierno tildó la homilía de «una de las más grandes» escuchadas en decenas de años, «por su aspecto humano, el amor a esta tierra y ese modo de plasmar nuestro carácter abierto que no entiende de fronteras. Demuestra que es un intelectual», afirmó.

Guillermo Martínez, en ausencia del Presidente que tuvo que partir antes del cóctel con rumbo a Candás, mencionó a los 100.000 asturianos de la diáspora, que ayer también celebraban su fiesta. «Hemos sido siempre una comunidad muy emprendedora y también el día para recordarlos a ellos», manifestó. Ovidio Sánchez, diputado del PP, presidente de la Comisión de Economía del Congreso de los Diputados, destacó que su partido trabajará para mantener el tren diario directo a Madrid y reseñó la llegada del AVE a Asturias en 2015. Se mostró convencido de que el Gobierno de Rajoy luchará para evitar la devolución de las ayudas de la obra de El Musel que reclama la Comisión Europea.

La visita a la Virgen, en la cueva, escenificó el saludo distendido entre las autoridades civiles, religiosas y militares, entre ellas, el coronel jefe de la zona de Asturias, Juan Bautista Martínez-Raposo. Aunque la comitiva no se animó con demasiado ímpetu a entonar el himno de la Santina, sí lo hizo la Escolanía, con niños de diferentes lugares del mundo, símbolo de esa Covadonga universal, que, como dijo Juan Pablo II y reiteró Sanz «es una de las primeras piedras de la Europa, cuyas raíces cristianas ahondan en su historia y su cultura». Casualidad o no, hasta el repertorio de la misa, con piezas como «The lord blessed you and keep you» («El señor te bendiga y te guarde», del anglicano inglés John Rutter), retumbó como un canto a la amplitud de miras.

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