El Papa celebró a la Virgen de Guadalupe, emperatriz de América, con una eucaristía en la Basílica de San Pedro acompañada por las melodías argentinas de la Misa Criolla
Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano
Trastoca los juicios mundanos. Destruye los ídolos del poder, de la riqueza y del éxito a todo precio. Denuncia la autosuficiencia, la soberbia y los mesianismos secularizados que alejan de Dios. Así es el poder del “cántico de María”, la Virgen de Guadalupe, que se manifestó al indígena Juan Diego. Ese mismo cántico resonó este viernes en la Basílica de San Pedro, en forma de melodías latinoamericanas. El Papa Francisco honró a la patrona mexicana y pidió confiar en ella ante la amenaza de las actitudes “pusilánimes” y “mundanas”.
Fue una celebración eucarística en español, con trazos de portugués, inglés, italiano y hasta Náhuatl. Que alcanzó su punto culminante cuando la cantante argentina Patricia Sosa entonó el “Cordero de Dios”. Ella estuvo acompañada por la guitarra, el charango y el piano, tocado por Facundo, el hijo de Ariel Ramírez, genial compositor argentino que hace 50 años compuso la Misa Criolla.
El Papa degustó compenetrado la mezcla de sonidos litúrgicos entre el Coro de la Capilla Sixtina y los músicos de su país natal. Y al momento de su homilía, pronunciada en español, le advirtió a América Latina que todavía es el “Continente de la Esperanza”, como le gustaba decir a Juan Pablo.
Recordó que Dios, según su estilo, “ocultó sus cosas a sabios y entendidos”, y se las dio a conocer “a los pequeños, a los humildes, a los sencillos de corazón”. Como lo era el indio Juan Diego, a quien se le apareció en 1531.
“Hoy nos sentimos movidos a pedir una gracia. La gracia tan cristiana de que el futuro de América Latina sea forjado por los pobres y los que sufren, por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia, por los compasivos, por los de corazón limpio, por los que trabajan por la paz, por los perseguidos a causa del nombre de Cristo, porque de ellos es el Reino de los cielos. Sea la gracia de ser forjados por ellos a los cuales, hoy día, el sistema idolátrico de la cultura del descarte los relega a la categoría de esclavos, de objetos de aprovechamiento o simplemente desperdicio”, clamó.
Y agregó: “¡Y hacemos esta petición porque América Latina es el continente de la esperanza! Porque de ella se esperan nuevos modelos de desarrollo que conjuguen tradición cristiana y progreso civil, justicia y equidad con reconciliación, desarrollo científico y tecnológico con sabiduría humana, sufrimiento fecundo con alegría esperanzadora. Sólo es posible custodiar esa esperanza con grandes dosis de verdad y amor, fundamentos de toda la realidad, motores revolucionarios de auténtica vida nueva”.
Francisco subrayó que son los pueblos y naciones de “nuestra Patria Grande”, la “Patria Grande latinoamericana” los que conmemoran con alegría la festividad de su patrona, Nuestra Señora de Guadalupe, cuya devoción se extiende desde Alaska a la Patagonia.
Aseguró que al presentarse a Juan Diego en el Tepeyac, la Virgen corrió a abrazar a los nuevos pueblos americanos, que estaban entonces en una dramática gestación. Entonces se convirtió en una “gran señal aparecida en el cielo”, era “una mujer vestida de sol” que asumió en sí la simbología cultural y religiosa de los pueblos originarios, convirtiéndose en la más importante misionera.
“La santa madre de Dios visitó a estos pueblos y quiso quedarse con ellos. Dejó estampada misteriosamente su imagen en la ‘tilma’ de su mensajero para que la tuviéramos bien presente, convirtiéndose en símbolo de la alianza de María con estas gentes, a quienes confiere alma y ternura. De ahí que nosotros, hoy aquí, podemos continuar alabando a Dios por las maravillas que ha obrado en la vida de los pueblos latinoamericanos”, abundó.
Precisó que sólo Cristo es “el libertador” de todas las esclavitudes y miserias derivadas del pecado, él es la piedra angular de la historia y fue el gran descartado.
“Él nos llama a vivir la verdadera vida, una vida humana, una convivencia de hijos y hermanos, abiertas ya las puertas de la nueva tierra y los nuevos cielos. Y si este programa tan audaz nos asusta o la pusilanimidad mundana nos amenaza que Ella nos vuelva a hablar al corazón y nos haga sentir su voz de madre, de madrecita, de madraza, ¿por qué tenés miedo, acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?”, apuntó.