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Polonia vivió entusiasmada la canonización del papa.

A finales de 1988, el gobierno comunista polaco dio su permiso para hacer un debate en la televisión pública entre Lech Walesa y el líder del sindicato oficial, Alfred Miodowicz. “El Gobierno pensaba que un simple electricista no podría ganar un debate de este tipo, con las cámaras, los focos y todo el país pendiente de sus palabras. El Gobierno se equivocó por completo. Walesa se presentó muy preparado, con un discurso muy claro y convincente. A partir de este momento, el gobierno comunista se dio cuenta de que el diálogo con la oposición era inevitable”, asegura el historiador y miembro del Instituto de la Cultura Polaca en España, Ernest Kowalczyk. Se cree que el debate tuvo una audiencia de 20 millones de personas, más de la mitad de la población polaca y su repercusión fue enorme. Walesa demostró una increíble telegenia, se mostró tranquilo ante la cámara, a la que miraba fijamente y respondió a su interlocutor con seguridad y audacia. “Están caminando hacia la modernidad paso a paso, mientras que el resto del mundo avanza corriendo. Si continúan así, los efectos de su gobierno se notarán dentro de doscientos o trescientos años”, dijo.

Lech Walesa, el mítico líder de Solidaridad, ha sido un personaje polémico en su Polonia natal, donde ha cuajado cierta literatura revisionista que le sitúa como un colaboracionista del régimen comunista. “A día de hoy, se sabe que Walesa fue confidente de la Policía en su juventud pero hay razones para creer que fue forzado a hacerlo y lo cierto es que todo el que tenía un puesto significativo estaba vigilado y por tanto, se veía en la obligación de pasar información a la policía secreta. Creo que la mayor parte de las críticas vienen de una clara diferencia política y por tanto son interesadas”, explica el historiador e investigador de la Universidad Complutense, José María Faraldo, experto en la historia polaca.

Por mucho que su figura presente claroscuros y genere suspicacias, es justo reconocer su capital importancia en el proceso de transición, como interlocutor de la oposición en la Mesa Redonda y su liderazgo en las huelgas de los ochenta, como la del astillero de Gdansk, que llevaron a la legalización del sindicato Solidaridad, un hito sin precedentes en toda la historia del Telón de Acero. “Como consecuencia de estas huelgas y en lo que se ha llamado ‘el agosto polaco’, se legaliza el sindicato Solidaridad, siendo el primer caso en toda la historia del Telón de Acero de un sindicato libre ajeno al Partido Comunista”, explica Faraldo.

Sin aunar grandes cualidades naturales, Walesa era un líder carismático más preparado e inteligente de lo que aparentaba – como demostró en su famoso debate con Miodowicz – y con una capacidad de movilización extraordinaria. Pese a todo, llegó a acaparar un gran poder y en Polonia corrió sobre él el chiste de que si se fotografiaba con un perro en su campaña, este conseguiría un escaño. En 1990, Walesa sería elegido presidente de Polonia, aunque su gobierno estuvo trufado de dificultades económicas derivadas de la caída del comunismo y en 1995 sería descabalgado por el socialdemócrata Aleksander Kwasniewski.

El Papa, un referente moral

Juan Pablo II fue una autoridad esencial y un referente moral durante todo el proceso de apertura que vivió Polonia y que sería posteriormente ‘imitado’ por otros países comunistas. Ya desde su primer gran evento religioso, en octubre de 1978, pronunció aquella frase que sentaría las bases de su pontificado: “No tengáis miedo de dar la bienvenida a Cristo y aceptar su poder. A su poder salvador abrid las fronteras de los Estados, los sistemas económicos y políticos”. En su segunda visita pastoral – seis meses después de la primera a México y Santo Domingo – cuando no llevaba aún un año como pontífice, viajó a Polonia, país que visitaría en nueve ocasiones sin dejar de entrevistarse nunca con los opositores y brindarles su apoyo. No viajó tanto a ningún otro país y su figura legitimó con su autoridad moral el trabajo de la oposición. En 1979, de nuevo, ante miles de personas, Wojtyla repitió en Varsovia la frase que habría de ser un lema para los opositores: “No tengáis miedo”.

Su mensaje iba dirigido a los opositores de un régimen económico que ya había calificado de “error antropológico”, pero también a una dictadura que no respetaba la libertad de culto y que convertía a los cristianos en ciudadanos de segunda. Su labor fue tan importante como elemento de presión internacional, que el propio Lech Walesa reconocería: “Sabemos lo que el papa ha logrado. Le corresponde el cincuenta por ciento del colapso del comunismo”.

“La figura del Papa Juan Pablo II fue muy importante a nivel nacional y a nivel internacional. De puertas adentro dio mucha fuerza a la gente, mientras que de puertas afuera popularizó el conflicto y metió presión internacional al mostrarse abiertamente a favor de la democratización de la Europa comunista. Él daba testimonio con su vida de lo que ocurría en los países del Este”, explica el historiador Ernest Kowalczyk, que también destaca a otras figuras de la iglesia, menos conocidas a nivel internacional pero muy influyentes en Polonia, como fue el caso del sacerdote de Varsovia, Jerzy Popieluzsko. “Popieluzsko era un hombre muy querido porque hablaba muy claro y tenía una gran capacidad de movilización. Fue considerado un hombre peligroso para el régimen y secuestrado por miembros de los servicios secretos comunistas, que lo torturaron hasta matarlo. Es el mártir de Solidaridad”, concluye.