Francisco ha reafirmado el pensamiento que ya les trasmitió en su momento los fieles de Cassano, asegurando que “quien escucha y acoge la Palabra y quien vive de manera sincera la respuesta a la llamada del Señor, no pueden de ninguna manera dedicarse a los trabajos del mal. No se puede uno definir como cristiano y violar la dignidad de las personas, los que pertenecen a la comunidad cristiana no puede programar y realizar gestos de violencia contra los otros y contra el ambiente. Los gestos exteriores de la religiosidad no acompañados de la verdadera y pública conversión no bastan para considerarse en comunión con Cristo y con su Iglesia. Los gestos exteriores de religiosidad no bastan para acreditar cuanto creyente somos, con la maldad y la arrogancia típica de los criminales, hacen la ilegalidad de su estilo de vida. A los que han elegido el camino del mal y están afiliados a organizaciones criminales, renuevo mi urgente invitación a la conversión. ¡Abran su corazón al Señor!, ¡Abran su corazón al Señor! el Señor les espera y la Iglesia les acoge, si su elección de servir al mal fue pública, clara y pública será también vuestra voluntad de servir el bien”.
El obispo de Roma pidió a los peregrinos que conserven el esplendor del patrimonio de su tierra, que es un regalo de Dios, para las futuras generaciones. Y así recordó la “belleza” de la Comunidad Emmmanuel, dedicada a acoger a los más débiles, “Jóvenes devastados por la droga que han encontrado en ustedes y en sus estructuras ‘al buen samaritano’, que ha sabido inclinarse ante sus heridas y ha sabido ungir con el bálsamo la cercanía y el afecto. ¡Cuántas familias han encontrado en ustedes la ayuda necesaria para volver a esperar la suerte de sus hijos! La Iglesia les reconoce por este servicio”.
Y así recordó que “el tiempo que vivimos tiene una gran necesidad de esperanza y por eso les exhortó a que se opongan a la cultura de la muerte y les pido que sean testigos del Evangelio y de la vida”.