El modelo sería el de Alemania. La presidenta Park Geun-hye pretende aprovechar la visita de Papa Francisco
Paolo Affatato
Los políticos sudcoreanos lo llaman «jackpot». El cardenal de Seúl usa el término «milagro». Las instituciones civiles hablan de «unificación», mientras la Iglesia prefiere la palabra «reconciliación». Pero, más allá de las diferencias léxicas, el significado es el mismo: la reunificación de la península coreana (dividida desde hace 60 años por la que los historiadores han llamado la “cortina de bambú”), que sería una meta muy deseada, pero todavía lejana. Hay demasiados elementos poco favorables, hay demasiadas incógnitas. No se trataría de un recorrido lineal y los eventos del último año, con la tensión en aumento en las relaciones bilaterales, lo demuestran.
Pero la inminente visita de Papa Francisco a Corea (del 14 al 18 de agosto) podría ser un factor para impulsarla. Y la presidenta sudcoreana Park Geun-hye, de acuerdo con la cúpula de la Iglesia católica coreana, pretende aprovechar el histórico peregrinaje de Bergoglio para tratar de dar un impulso a la reunificación entre el norte y el sur de la península. Dos países tan cercanos (el pueblo es el mismo y miles de familias están divididas entre el norte y el sur), pero tan diferentes en cuanto a los modelos culturales, sociales, económicos y políticos, además de su posición estratégica internacional. Si la visita de Bergoglio pudiera provocar un avance, incluso minúsculo, en las relaciones con Pyongyang, se trataría de un indiscutible éxito político para la presidenta Park, exponente de un partido que siempre ha promovido la intransigencia frente al régimen de Corea del Norte. Podría significar, a nivel interior, un nuevo ímpetu para su imagen, ofuscada últimamente por las polémicas que siguieron al naufragio del ferry “Sewol” en abril, que fue una tragedia nacional.
Estas son las premesas que explican por qué el pasado16 de julio la presidenta Park Geun-hye lanzó un nuevo “Comité presidencial para la unificación de Corea”. Con una sincronización insólita, ante la llegada del Papa, el Comité, que se presentó como iniciativa política rigurosamente “bipartisan”, entrará en funciones a principios de agosto. La misma Park presidirá el ente, que contará con 50 miembros (diplomáticos, políticos, miembros de organizaciones de la sociedad civil, empresarios, intelectuales y estudiosos). El obejtivo anunciado: discutir las modalidades y encontrar caminos, de preferencia compartidos, para llegar a la reunificación pacífica de ambas Coreas. El modelo sugerido es el de Alemania: una nación que estuvo dividida durante décadas y que, desde la reunificación, ha encontrado inmensas oportunidades y beneficios económicos, sociales y políticos. Es decir, un plan por el bien de todos.
El Comité pretende ser «concreto y operativo», por lo que pondrá en marcha proyectos que puedan facilitar el diálogo entre el norte y el sur. Uno de los puntos más importantes, por ejemplo, es la participación de atletas norcoreanos en los próximos Juegos asiáticos, evento deportivo continental de atlética ligera que se llevará a cabo del 10 al 15 de septiembre en Incheon, Corea del Sur. La cuestión se parece mucho, además, a otra que toca de cerca la visita de Bergoglio y, consecuentemente, al gobierno sudcoreano: la participación de fieles norcoreanos en la solemne “Misa por la paz y la reconciliación” que Papa Francisco celebrará en Seúl al final de su viaje. La invitación oficial fue enviada, pero todavía se está esperando una respuesta de Pyongyang, pues no ha autorizado el viaje más allá de sus fronteras. De ser aceptada esta invitación, sería recibido como un gesto importante para calmar la tensión.
No por nada, la presidenta Park Geun-hye había aludido al nuevo Comité en marzo, cuando se reunió con el cardenal Andrew Yeom Soo-Jeong en la “Casa Azul” (la sede presidencial), y recibió una bendición especial para la iniciativa. En aquella ocasión, los líderes anunciaron el nacimiento de otro Comité, el que dirigirá el obispo Kang Woo, para preparar la visita de Francisco a Corea. Pero, en un recorrido casi paralelo, Park se comprometió para crear el Comité para la reunificación antes de la llegada del Papa.
Durante los meses siguientes hubo más estímulos y señales, sobre todo por parte de la Iglesia católica. El cardenal Yeom dijo sin usar medias tintas que una de las principales esperanzas de la nación en relación con la visita de Bergoglio eran justamente las relaciones intercoreanas. En una entrevista con CBCP News, servicio de información de la Iglesia filipina, Yeom recordó que desde hace años la Iglesia sostiene la necesidad de volver a entablar negociaciones entre ambas Coreas, y expresó su esperanza de que se pueda dar «un gesto de paz, o incluso un encuentro» (sería el primero desde 2007) entre Kim Jong-un y la presidenta Park tras la visita de Bergoglio. El Papa, subrayó Yeom, «quiere que Corea del Norte y Corea del Sur vivan en armonía», y afirmó que si se reanudara el diálogo bilateral sería «el mayor milagro del peregrinaje del Pontifice».
El camino hacia la reunificación entre el norte y el sur es un desafío posible. Muchos recuerdan la época de la “Sunshine policy”, lanzada a finales de los ’90 por el presidente sudcoreano Kim Dae Jung, quien recibió por su iniciativa el Premio Nobel de la Paz en 2000, que culminó con un histórico encuentro con el líder norcoreano Kim Jong-il. Aquella normatía establecía un plan de asistencia y de cooperación económica entre el Corea del Norte y Corea del Sur (en esa época el norte vivíala peor carestía de su historia), oportunidad para volver a establecer una colaboración bilateral.
Fruto de aquel compromiso, entre otras cosas, fueron una mayor colaboración de la Cáritas en Corea del Norte (sobre todo con proyectos humanitarios), la creación de la zona industrial conjunta de Kaeseong, en la frontera, en donde empresar sudcoreanas contratan obreros del norte, y la inauguración de una línea de ferrocaril entre Seúl y Pyongyang. Con el cambio de gobierno en Seúl y la sucesión en el régimen del norte, la “Sunshine policy” fue abandonada en 2010. Ahora se espera que pueda resucitar, gracias, en parte, al extraordinario evento que representa la visita de un Papa a Corea.