Hay un período en la vida de un joven especialmente importante y crítico, en el que se deciden muchas cosas, o casi todo, de cara al ulterior desarrollo futuro. Primeras relacione de pareja, Elección de la carrera profesional y un final de la convivencia con los padres.
El hombre ignora que no puede vivir sin conocer el sentido de su existencia.
Es tiempo de empezar a forjar su propia personalidad. No acertar puede ser el primer conflicto serio de su existencia. Son momentos críticos en los que es preciso no agobiarse y no dejarse embaucar por el primero que pasa o por aquel que hemos elegido como ídolo.
Los jóvenes sufren por las relaciones humanas y las tensiones en los lugares de trabajo, por la inseguridad que crean las perspectivas profesionales de cara al futuro. ¿No va uno a angustiarse cuando advierte que el desarrollo técnico y económico destruye las condiciones de vida naturales del hombre?
Apenas podemos darnos cuenta de lo que es capaz el hombre en el extravío de su espíritu y su corazón. «¡No os dejéis desconcertar tan pronto!»
Nos proporciona un consuelo en verdad no pequeño el pensar que, a pesar de tantas sombras y tinieblas, existe mucho, pero que mucho bien. Hay que buscarlo, encontrarlo y hacerlo propio.
Existe una huida hacia el interior del joven que puede conducir a la resignación. «Nada tiene sentido». Por eso, no pocos jóvenes destruyen su ser interno de hombres refugiándose en el alcohol y las drogas. Ese comportamiento oculta la búsqueda del placer, la falta de autocontrol o una irresponsable curiosidad de «probarlo» todo.
Cabe preguntarles ¿Os da buen resultado la tentación del aislamiento y el extravío?
Hay alguien que se preocupa de cada uno de nosotros, especialmente de los jóvenes y su proceso de maduración. Como eterno Hijo de Dios, permite que el hombre participe de su filiación divina, le «diviniza» interiormente para que pueda ser «hombre» en sentido pleno, para que el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, consiga su madurez en Dios.
Dios necesita hombres que estén dispuestos a socorrer y a servir a los pobres, los enfermos, los abandonados, los oprimidos y los olvidados espiritualmente.
¡Queridos jóvenes! Vuestra vida humana es una «empresa y aventura única», que puede conducir a «bendición o a maldición».
Con respecto a vosotros, jóvenes, que constituís la gran esperanza de nuestro futuro, queremos pedir al Señor de la mies que os envíe a cada uno de vosotros y a cada uno de vuestros compañeros como operarios de su «abundante cosecha» de esta tierra, como conviene a la gran abundancia de vocaciones y dones en su Reino en la tierra.
Palabras de San Juan Pablo II a los jóvenes en Múnich en noviembre de 1980.
Esta es una de las muchas intervenciones de su SS a lo largo de su fructífero pontificado, dirigida a los jóvenes por los que siempre manifestó una adoración desde sus inicios como seminarista. Tendremos ocasión de fortalecer nuestros valores con importantes intervenciones como lo fueron las Jornadas Mundiales de la Juventud.