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Estamos en una tercera guerra mundial por entregas

El papa Francisco ha afirmado que puede hablarse de una tercera Guerra Mundial que se desarrolla «por partes» mediante «crímenes, masacres y destrucciones». El pontífice ha invocado la paz para detener la «locura bélica actual que crece destruyendo y trastornándolo todo». También ha recordado que hay muchas víctimas porque convergen «intereses, estrategias geopolíticas y codicia de dinero y poder».

Fuente: 20 minutos.ES

El papa Francisco afirmó este sábado que en la actualidad puede hablarse de una tercera Guerra Mundial que se desarrolla «por partes» mediante «crímenes, masacres y destrucciones» e invocó la paz para detener la «locura» bélica. El papa Francisco acudió al cementerio militar de Fogliano Redipuglia para recordar a los caídos de la Primera Guerra MundialEl pontífice hizo estas afirmaciones durante la homilía que pronunció en el cementerio militar de Fogliano Redipuglia, al que acudió este sábado para recordar a los caídos de la Primera Guerra Mundial cuando se cumplen 100 años de su inicio y a los damnificados por todos los conflictos bélicos. Este es el primero de los dos actos programados para esta jornada de sábado, en la localidad septentrional de Fogliano Redipuglia, a pocos kilómetros de la frontera con Austria y Eslovenia, uno de los frentes de la Gran Guerra. Allí permanecen sepultados 14.550 soldados del Eje Central, de ellos solo 2.550 identificados. «Hoy, tras el segundo fracaso de una guerra mundial, quizás se puede hablar de una tercera guerra combatida «por partes», con crímenes, masacres, destrucciones», aseveró. Francisco indicó que la guerra es «una locura» que crece destruyendo y trastornándolo todo, hasta la relación entre hermanos y «lo más hermoso que Dios ha creado», el ser humano. «Planificadores del terror» También recordó que este sábado en día hay muchas víctimas y esto sucede porque «en la sombra» convergen «intereses, estrategias geopolíticas y codicia de dinero y de poder», que a menudo encuentran justificación en la ideología. En concreto criticó a la industria armamentística —»que parece ser tan importante»— a la que tildó junto al resto de factores de «planificadores del terror» y de «organizadores del desencuentro». El papa también hizo un alegato contra la indiferencia al recordar la respuesta de Caín al ser preguntado por Dios por el paradero de Abel: «¿A mi qué me importa? ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). «Con corazón de hijo, de hermano, de padre», el papa pidió a la humanidad pasar de ese «¿A mi qué me importa?» al «llanto», es decir, a la reacción contra el belicismo porque «la humanidad tiene necesidad de llorar, y esta es la hora del llanto».

Texto de la homilía del Papa Francisco

RealAudioMP3 Después de haber contemplado la belleza del paisaje de esta zona, en la que hombres y mujeres trabajan para sacar adelante a sus familias, donde los niños juegan y los ancianos sueñan… encontrándome aquí, en este lugar, en este cementerio, solamente acierto a decir: la guerra es una locura.

Mientras Dios lleva adelante su creación y nosotros los hombres estamos llamados a colaborar en su obra, la guerra destruye. Destruye también lo más hermoso que Dios ha creado: el ser humano. La guerra trastorna todo, incluso la relación entre hermanos. La guerra es una locura; su programa de desarrollo es la destrucción: ¡querer desarrollarse, crecer mediante la destrucción!

La avaricia, la intolerancia, la ambición de poder… son motivos que alimentan el espíritu bélico, y estos motivos a menudo encuentran justificación en una ideología; pero antes está la pasión, el impulso desordenado. La ideología es una justificación, y cuando no hay una ideología, está la respuesta de Caín: “¿A mí qué me importa de mi hermano?, ¿A mí qué me importa? ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4, 9). La guerra no se detiene ante nada ni ante nadie: ancianos, niños, madres, padres… “¿A mí qué me importa?”.

Sobre la entrada a este cementerio, se levanta el lema desvergonzado de la guerra: “¿A mí qué me importa?”. Todas estas personas, cuyos restos reposan aquí, tenían sus proyectos, sus sueños… pero sus vidas quedaron truncadas. Porque la humanidad dijo: “¿A mí qué me importa?”.

También hoy, tras el segundo fracaso de otra guerra mundial, quizás se puede hablar de una tercera guerra combatida “por partes”, con crímenes, masacres, destrucciones…

Para ser honestos, la primera página de los periódicos debería llevar el titular: “¿A mí qué me importa?”. En palabras de Caín: «¿Soy yo el guardián de mi hermano?».

Esta actitud es justamente lo contrario de lo que Jesús nos pide en el Evangelio. Lo hemos escuchado: Él está en el más pequeño de los hermanos: Él, el Rey, el Juez del mundo, es el hambriento, el sediento, el forastero, el encarcelado… Quien cuida al hermano entra en el gozo del Señor; en cambio, quien no lo hace, quien, con sus omisiones, dice: “¿A mí qué me importa?”, queda afuera.

Aquí y en el otro cementerio hay tantas víctimas. Hoy nosotros las recordamos. Hay lágrimas, hay dolor, hay luto. Y desde aquí recordamos a las víctimas de todas las guerras.

También hoy hay tantas víctimas… ¿Cómo es posible esto? Es posible porque también hoy, en la sombra, hay intereses, estrategias geopolíticas, codicia de dinero y de poder, y está la industria de las armas, que parece ser tan importante.

Y estos planificadores del terror, estos organizadores del desencuentro, así como los fabricantes de armas, llevan escrito en el corazón: “¿A mí qué me importa?”.

Es de sabios reconocer los propios errores, sentir dolor, arrepentirse, pedir perdón y llorar.
Con ese “¿A mí qué me importa?”, que llevan en el corazón los que negocian con la guerra, quizás ganan mucho, pero su corazón corrompido ha perdido la capacidad de llorar. Ese “¿A mí qué me importa?” impide llorar. Caín no lloró. La sombra de Caín nos cubre hoy aquí, en este cementerio. Se ve aquí. Se ve en la historia que va de 1914 hasta nuestros días. Y se ve también en nuestros días.

Con corazón de hijo, de hermano, de padre, pido a todos ustedes y para todos nosotros la conversión del corazón: pasar de ese “¿A mí qué me importa?” al llanto… por todos los caídos de la “masacre inútil”, por todas las víctimas de la locura de la guerra de todos los tiempos. Hermanos la humanidad tiene necesidad de llorar, y ésta es la hora del llanto.

 

 

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