Hoy en el Evangelio de Mateo, recordámos la oración más corta y más profunda, el padre nuestro. En las siete peticiones que se presentan hay una que me ha hecho pensar en la debilidad de todos nosotros: “danos hoy el pan nuestro de cada día”.
Se entiende que todos nosotros necesitamos, cada día, ese alimento y, no todo el mundo lo tiene o lo disfruta. Lo peor es consentir que en nuestra sociedad, tan avanzada, se produzca tanta necesidad de este alimento y no hagamos nada por evitar que tantos millones de personas mueran diariamente por no poder tener ni un trozo de pan para llevárselo a la boca.
Esto resulta tan indignante como que consintamos, sentirnos orgullosos, porque nuestra sociedad del desarrollo tecnológico no tenga siquiera, conciencia de semejante situación. De qué sirve ir a Marte si a nuestro lado, hombres mujeres ancianos y niños mueren de hambre.
Soy muy consciente de que todo esto no tiene arreglo y seguiremos empeorando la situación hasta que se produzca un desequilibrio entre las clases sociales que solo Dios con su justicia arreglara de una vez por todas. No olvidemos que el Creador hizo este mundo para que todos fuéramos iguales.