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El PP esta urdiendo eufemismos merengosillos para aparcar el problema del aborto.

Juan Manuel de Prada, escritor y columnista en ABC

El popular escritor, desde su columna en ABC, no ahorra en adjetivos a la hora de calificar los parones y claudicaciones del PP respecto al aborto.

«Las legislaciones abortistas siempre las impulsa el partido socialista; pero, ¿quién ha permitido que la mentalidad abortista arraigue y se consolide cada vez más entre la sociedad española? Sin duda, el partido conservador, dejando que tales legislaciones se asienten. Y aun me atrevería a señalar un aspecto más trágico: mientras gobiernan los socialistas, sus legislaciones abortistas se tropiezan con una resistencia contumaz por parte de sectores de la sociedad española que son naturalmente antiabortistas; pero que, cuando gobiernan los conservadores, se relajan en su celo y abandonan las posiciones de resistencia que habían mantenido antes».

«Parece que, fiel a su designio, el partido conservador no reformará la ley del aborto. Pero, a veces, de los grandes males se desprenden bienes mayores: así no tendríamos que aguantar a quienes dan lecciones de paladines en la lucha por la vida, urdiendo eufemismos merengosillos y condenando al ostracismo, por extremistas, a los que dicen sin paños calientes ni sentimentalismos de baratillo que el aborto es un crimen. También será una oportunidad excelente para que se retratase ese clericalismo regaloncillo que, con la excusa fatigosa del mal menor, ha impedido que los católicos españoles tengan representación política, negando las evidencias y expulsando de la lista de católicos oficiales a todos los que se han atrevido a disentir».

«Resulta, en verdad, paradójico que un político estigmatizado por progre [Ruiz-Gallardón] haya sido el único que a la postre se ha dejado partir la cara por defender (en una defensa todo lo defectuosa que ustedes quieran, pero defensa solitaria y valerosa) la vida gestante. A Gallardón quiero enviar hoy mi abrazo cordial; y decirle que, aunque ante los ojos del mundo parezca un hombre derrotado, somos muchos los que hoy lo vemos aureolado de una trágica y gallarda dignidad, entre la chusma cambalachera y arriolesca que acampa en su partido, siempre deseosa de contentar a todos (¡y a todas, oiga!).»

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