Nadie discute la importancia de la familia en lo que debería ser una sociedad irreprochable. No esta tan claro como se preparan los jóvenes para constituir una familia y cuáles son los objetivos que ambos desean compartir en este compromiso.
Para mí, la mujer joven debe ser consciente del rol tan importante que tiene desde que conoce a un muchacho y, se casan. Según como se desarrolle esta importante etapa, tendrán mayor o menor éxito en esta responsabilidad ante la sociedad como es la de formar una familia.
Cuando una mujer dice, que no sabe si está enamorada, mejor que lo deje correr. Si hay algo claro en la relación entre los jóvenes, es una atracción espontanea que se convierte en un edén difícil de controlar. Es ahí donde aparece, normalmente, la madurez y la sensatez de la mujer haciéndose respetar en su dignidad y por encima de cualquier pasión descontrolada. La mujer sensata y llena de valores debe saber para quien guarda su virginidad y sabe entregarla a quien ha demostrado merecerla. Cuando esto sucede así, la familia que han formado tiene muchas posibilidades de ser fructífera y duradera. Se convierte en un bien para la sociedad y de gran utilidad para el óptimo desarrolla de la misma.
En los muchos casos en los que el amor no aparece o se confunde con el carnal, las cosas empiezan mal y terminan peor. La mujer no ha tenido ningún pudor en entregarse a su pareja desposeyéndose de su propia dignidad como persona, se convierte sin saberlo, en un objeto a disposición del hombre para su disfrute personal que no compartido. El fruto que pueda salir de este tipo de relación, es muy incierto por no decir malo para la pareja y malo para la sociedad.
Es muy importante que padres e iglesia, tengan una atención especial en la preparación de este especial sacramento y colaboren en la educación del, hacer lo correcto. Al fin y al cabo lo que hacemos define lo que somos. Siempre será mejor tomar una acción preventiva ante esta importante decisión en la vida de los jóvenes y de la sociedad tan castigada por el maldito relativismo.
Termino con un regalo muy importante que os ruego lo tengáis en cuenta, jóvenes y adultos. Se trata de la carta apostólica que San Juan Pablo II dirigió a todos los jóvenes, precisamente con ocasión de la celebración de la primera Jornada mundial de la Juventud (JMJ) en el año 1985; 7º de su pontificado.-