Será el nuevo presidente Maithripala Sirisena, de 63 años, quien recibirá a Papa Bergoglio en el inminente viaje a Sri Lanka (del 13 al 15 de enero). Las elecciones presidenciales del 8 de enero arrojaron un resultado que para muchos representa una liberación: la derrota del presidente Mahinda Rajapaksa, que ya ha dejado el palacio presidencial. El hombre, seguro de sí mismo, aquel que había cambiado la Constitución para proponer un tercer mandato consecutivo y que había llamado a elecciones anticipadas (pues todavía le quedaban otros dos años en el gobierno) se encuentra fuera del escenario. Sus cálculos no salieron bien. No será él, organizador del viaje papal, quien estreche la mano de Bergoglio como líder de estado.
La sorpresa es enorme, pues en los sondeos se perfilaba una elección muy difícil para ambos candidatos. Hay que decir que Sirisena era un ex-ministro del mismo gobierno (del mismo partido) de Rajapaksa, por lo que la derrota para el ex-hombre fuerte de Colombo se gestó en casa. Sirisena logró granjearse tanto los votos de la oposición del Partido nacional unido (Unp) como los consistentes consensos de algunos ex-diputados de la Alianza por la libertad del pueblo unido (Upfa).
Además su persona, de tonos moderados y pacíficos, atrajo a la minoría tamil y a otras minorías, que se han visto perjudicadas con las gestiones de Rajapaksa, quien, en cierta manera, está pagando la factura ante la opinión pública por la manera en la que se presentaba.
Hubo una enorme participación en las elecciones (más del 70%) y los tamiles, que en las elecciones pasadas habían boicoteado las urnas, acudieron a ellas en masa pacíficamente. Esta también es una novedad con respecto al pasado.
El programa de «buen gobierno» con el que Sirisena ganó las elecciones se basa en la lucha contra la corrupción y el el compromiso por el desarrollo y la reconciliación. Suscitó mucha agitación la carta vencedora de su campaña electoral: la promesa de redefinir la división entre los poderes del Estado, reduciendo incluso los del presidente mismo, para beneficiar el trabajo de las comisiones independientes que se ocupan de la justicia, los servicios públicos y la vigilancia financiera. La incógnita, en cambio, es si habrá un gobierno compuesto por una coalición heterogénea o no.
La situación local se presenta como la mejor para Papa Bergoglio: no hay tensiones sociales, sino esperanzas ante una posible nueva estación (como siempre sucede cuando se da el relevo presidencial), bajo el signo de la pacificación nacional.
No por nada, los obispos hablaron inmediatamente de «perspectivas de prosperidad y reconciliación». Vianney Fernando, obispo de Kandy, dijo a la agencia Fides que es urgente una «solución política de la era post-conflicto, que se base en el principio de la descentralización de los poderes, en la unidad y en la reconciliación». La solución política fue negada durante años por el presidente Rajapaksa, que se encargó de poner fin a la guerra civil con una acción de fuerza cuyo precio, en la última fase, pagaron las más de 40 mil víctimas tamiles.
La reconciliación no puede sino «fundarse en la justicia», insiste la Iglesia local, y la comisión independiente para verificar posibles crímenes de guerra (prometida también por Sirisena) representa un buen viático para la pacificación étnica y social.
Sobre todo porque el principal interlocutor, es decir, el presidente, ha cambiado, es un rostro nuevo y no tiene manchas en la consciencia. Esto podría ayudar para que entablar el acercamiento entre el gobierno y la población tamil de la nación (que representa alrededor del 20% del total y se concentra sobre todo en las zonas del norte y del este de la isla, que siguen estando bajo estricta vigilancia militar).
En esta delicada fase llegará Papa Francisco, que jugó dos cartas fundamentales para su peregrinaje: la beatificación de José Vaz, el apóstol de la Iglesia local, un beato que hico florecer la fe en la isla y a quien aprecian tanto los singaleses como los tamiles. Será fuente de inspiración para la búsqueda de una nueva identidad, más allá de cualquier barrera. Los tiempos burocráticos de la Congregación para las causas de los santos se redujeron gracias al decisivo impulso de Bergoglio: y la Iglesia local le estará siempre agradecida.
La segunda carta decisiva es la visita al santuario mariano de Madhu, en territorio tamil, en donde el Papa se reunirá con las víctimas de la guerra civil. Desde allí pronunciará un fuerte mensaje de reconciliación nacional para un país que, gracias al nuevo y favorable clima político y social, estará dispuesto a recibirlo.