Vuelven a la agenda política de los gobiernos de Paquistán e India cuestiones como la condición de las mujeres y el derecho a la educación
Paolo Affatato
Roma
Dos ciudadanos de India y Paquistán fueron premiados con el Premio Nobel de la Paz: es un hecho histórico y una oportunidad única y extraordinaria. Malala Yousafzai, chica paquistaní que fue víctima de un atentado talibán cuando tenía 12 años, y el hindú Kailash Satyarthi, activista de 60 años, obtuvieron el reconocimiento debido a su compromiso para defender los derechos de los niños, empezando por el derecho a la educación. El premio fue aplaudido por las Iglesias de Asia del sur con entusiasmo y orgullo, pero también como un impulso para un cambio real. Sobre todo en relación con la condición de las mujeres, en sociedades rígidamente machistas, y con el respeto de los derechos de la infancia.
El motivo de esta decisión, se lee en la nota de los Nobel, es el siguiente: «Los niños deben poderi r a la escuela y no ser explotados por dinero. En los países más pobres del mundo, el 60% de la población tiene menos de 25 años de edad y es un prerrequisito para el desarrollo pacífico del mundo que los derechos de los niños y de los jóvenes sean respetados».
Desde Karachi, donde coordina la comisión diocesana para los jóvenes, el sacerdote paquistaní Mario Rodrígues comentó para Vatican Insider: «Es la primera vez en absoluto que un ciudadano paquistaní vence un Nobel. El reconocimiento nos anima y tiene un alto valor social: ofrece al país un recorrido hacia la paz y la prosperidad». Además, en un momento tan difícil para la nación, que vive fuertes turbulencias políticas y sociales, «el Nobel representa la oportunidad para dar pasos concretos en el campo de los derechos de las mujeres, fustigadas por una mentalidad extremista e integralista como la de los talibanes. Es tiempo de cambiar. Esperemos que se puedan abrir nuevas perspectivas: la campaña sobre el derecho a la instrucción, por ejemplo, es una campaña que une a la nación: musulmanes, cristianos y fieles de otras religiones».
Concuerda Ataurehman Saman, investigador católico y director de las publicaciones en la comisión nacional Justicia y Paz (Ncjp), que considera el premio de Malala «una buena noticia para todo Paquistán, pues vuelve a poner en el centro del debate público la cuestión de los derechos de las mujeres y el derecho a la instrucción». Malala sufrió un atentado porque defendía el derecho al estudio para las niñas en el valle de Swat. «Es necesario que el gobierno adopte medidas adecuadas –dijo Saman a la agencia vaticana Fides– para garantizar el respeto de estos derechos», que son los mismos por los que se bate la Iglesia paquistaní.
La monja también paquistaní Nasreen Daniel, comprometida cotidianamente en ayudar a chicas violadas o maltratadas, dijo a Vatican Insider que está «orgullosa y feliz». «Trabajamos mucho por el crecimiento y el desarrollo de las mujeres, y creemos que el Nobel a Malala es un signo de esperanza», añadió. Un poco más escéptica se mostró Fauzia Jacob, de la Asociación de las mujeres católicas, pues afirmó que no sabe «si el Premio podrá tener efectos positivos directos e inmediatos en la condición femenina en Paquistán, aunque, por supuesto, lo esperamos».
Paquistán e India tienen en común estructuras sociales, culturas y tradiciones seculares, puesto que la división de ambos estados se dio hace poco más de 60 años. Muchas cuestiones sociales, como la defensa de los derechos de los niños, todavía se parecen mucho. Según Charles Irudayam, secretario de la comisión Justicia, Paz y Desarrollo, de los obispos hindúes, «el reconocimiento al activista Kailash Satyarthi servirá para aumentar la consciencia sobre el respeto de los derechos de los niños en la sociedad hindú».
«Hay que recordar –explicó Irudayam a Vatican Insider– que la Iglesia católica está involucrada activamente en una campaña especial, con otras organizaciones de la sociedad civil. Se pide que el 9% del presupuesto estatal sea destinado a la defensa y promoción de los derechos de los niños; el 6% a la educación y el 3% a la salud. El primer derecho, efectivamente, es a la vida: cada 19 segundos un niño de menos de 5 años muere en la India debido a enfermedades fácilmente curables. Esperamos que ahora el nuevo gobierno del primer ministro Narendra Modi tome una postura clara con respecto a este tema».