En el país de Gengis Khan la presencia cristiana está reducida al mínimo, es una pequeña semilla preparada para dar su fruto. Desde Mongolia, el testimonio del padre Giorgio
Luciano Zanardini
Roma
Como levadura en la harina. Los misioneros de la Consolata llegaron a Mongolia en 2003 para servir a la joven Iglesia local compuesta por completo de ministros extranjeros. Hoy son seis, tres sacerdotes y tres monjas, distribuidos entre la capital, Ulaanbaatar, y Arvaiheer, donde antes la Iglesia no tenía ninguna presencia. La misión de Arvaiheer ha tomado forma en un barrio periférico: “Hemos creado –cuenta el padre Giorgio Marengo– un espacio de encuentro, de crecimiento y de oración abierto a todos”. Concretamente se ocupan de muchas actividades: desde una pequeña escuela infantil dentro de una ger (tienda típica de Mongolia) a la promoción de la mujer a través de un proyecto de costura que mantiene a cerca de treinta familias; del cuidado de la salud a las necesidades de quienes no son capaces de adquirir carbón para la estufa, comida o medicinas. “Nos gustaría ser la señal de la misericordia de Dios. Jesús, escuchado en el silencio de la oración y servido en sus miembros más pobres, es el corazón de todo, es lo que nos da el sentido para estar aquí, el tesoro más preciado que ofrecemos con simpleza y discreción, sin forzar. Muchos (la mayoría) no lo conocen todavía, alguno lo quiere seguir. Somos quizá una de las parroquias más pequeñas del mundo (18 bautizados), pero no tenemos deseos de grandeza o visibilidad, solo de ser auténticos y útiles. Tocamos con la mano como Dios guía la historia y nuestras historias particulares, regalándonos tantas sorpresas”.
A Ulaanbaatar trabajan en las actividades de animación eclesiástica de la prefectura apostólica y esperan poder comenzar una misión en una zona degradada. “Este es uno de los proyectos que nos gustan más, junto con el centro para el diálogo interreligioso que queremos abrir en Kharkhorin, como señal de la tenaz historia de relaciones que comienza en la Edad Media: estamos aquí para continuar a construir puentes de diálogo y hermandad”.
Mongolia está en un proceso de rápida transformación. “Mientras se daba un equilibrio democrático –después de 70 años de regimen comunista– se ha descubierto rica y apetecebile por los ingentes recursos minerales: tenemos un crecimiento económico galopante, gran pobreza y peligrosos desequilibrios”. En el país de Gengis Khan la presencia cristiana está reducida al mínimo. “La tradición religiosa prevalente es el Budismo tibetano, pero el sustrato más profundo está legado al chamenismo”. El duro regimen filo-soviético había intentado arrancar las creencias religiosas con una sistemática obra de destrucción de templos y de adoctrinamiento ideológico, pero con la libertad de culto han sido acogidas otras experiencias religiosas”. A nivel oficial existe diálogo entre las religiones que permite encontrase y “manifiesta una voluntad de colaboración; es necesario que esta actitud descienda a la vida diaria, en las relaciones entre las personas; sobre este tema hay todavía un poco de cierre, comprensible por el aislamiento en el que ha vivido el país”.
La Constitución reconoce el derecho a la libertad religiosa, pero cada grupo de fieles debe estar registrado, previa autorización del consejo comunal. “Este mecánismo responde a la voluntad de controlar las actividades religiosas, sobre todo si son llevadas a cabo por extranjeros. La autoridad se reserva el dercho de renovar anualmente los permisos concedidos a cambio de cumplir algunas reglas, pero los criterios para la valoración no están siempre claros…”. Los jóvenes hasta los 16 años no pueden frecuentar el catequismo sin el consentimiento escrito de los padres y los sacerdotes no visten la sotana en público…
“Existe aprensión por cualquier forma de proselitismo; el bajo perfil es casi una obligación, por lo que también la ropa debe ser discreta y evitar tensiones o malentendidos”. Los cristianos son una minoría casi irrelevante que “puede sin embargo jugar un papel delicado en la formación de la conciencia. Si su impacto sobre la sociedad no puede ser directo, queda el significado del testimonio: del empeño por una sociedad más justa y la atención a los necesitarios y excluidos, el país puede obtener solo ventajas. Mongolia tiene necesidad de referencias morales y espirituales auténticas para no ceder a un desarrollo sin prejuicios y agresivo. La posición de marginalidad en la que se encuentra la Iglesia, no disminuye la eficacia de su misión, pero es una señal evangélica de la semilla destinada a morir para dar su fruto, levadura mezclada en la harina para que la masa se forme”.